Llevo varios días tomando conciencia de cómo practico la escucha activa. ¿Conclusión? Depende. Cuando estoy con mis clientes de coaching pongo en marcha todos los mecanismos de la escucha activa. Pero en mis relaciones personales… ese es otro cantar. ¿Te suena? Pues tiene explicación.
Cuando hay un vínculo afectivo o personal entre las personas que están hablando, se produce una señal de alarma en nuestro cerebro que nos pone en modo lucha. ¿Te suena eso de estar a la defensiva incluso cuando estás hablando de qué planes hacer el fin de semana? Pues tiene una explicación biológica.
El miedo surge por temor a perjudicar esa relación y lo curioso es que ese mismo miedo es el que hace que nos comuniquemos a la defensiva, lo cual, efectivamente, perfudica a la relación.
Esto también pasa en el ámbito laboral. Cuando un manager habla con su equipo y ellos se ponen a la defensiva, el manager extraordinario que comprende este mecanismo biológico va a saber qué hacer. Se trata de identificar qué aspecto de la conversación lleva cierta carga emocional para su equipo. Ese será el tema que hay que tratar en primer lugar para eliminar esa respuesta de miedo/lucha.
Una vez que la emotividad se ha «controlado», se puede continuar la conversación atendiendo, ahora sí, al contenido técnico, práctico.
Pero como solemos estar en estado de alarma mental y emocional, nos cuesta hacer este parón para identificar la emocionalidad subyacente. Nos entra el miedo. Nos paralizamos o, pero aún, atacamos. Es una espiral inútil y peligrosa.
Entonces, ¿en qué consiste la escucha activa y cómo minimiza la emocionalidad en las conversaciones? La escucha activa consiste en estar presente a lo que la otra persona nos dice. No basta con estar callados o decir «mm» o asentir con la cabeza. Se trata de acompañar su mensaje con preguntas que le demuestren que le estamos escuchando y poniendo todo nuestro empeño en entender su mensaje.
Cuando la persona se siente comprendida, no está en estado de alarma. Al contrario, se siente segura y tranquila, ya que no ve peligro de ser atacada, malinterpretada, etc.
De todas las habilidades necesarias para funcionar eficientemente en la vida en sociedad, para mí, la más compleja es la escucha activa. Para hacerla bien tenemos que bajar el volumen de nuestro ruido mental, que nos prepara para el ataque en vez de la presencia empática.
Si quieres saber más sobre este tema, no dudes en escribirme.